Carta al decano -ARBO-
FORO DEL PERSONAL AUXILIAR DE LOS REGISTROS DE LA PROPIEDAD Y MERCANTILES DE ESPAÑA :: REGISTRO DE LA PROPIEDAD
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Carta al decano -ARBO-
""Querido Decano,
Te escribimos impresionados por la soledad e impotencia que revelan tu última carta. Sólo estas circunstancias pueden explicarla. Conviene a un Decano ser prudente, sosegado y conciliador. Justo el tono contrario del de tu misiva. Ningún rector de una corporación puede descalificar de nueve formas diferentes a una parte importante de las personas que la integran. Nunca. De hecho, entre nosotros, nadie lo ha hecho. Por muy desesperado que pueda estar al comprobar que las cosas no se desenvuelven como él desearía, por muchas y equivocadas iniciativas que una parte de los profesionales a los que representa tomen. Tu actitud nos parece tan peligrosa para nuestro futuro que, evitando ahora cualquier crítica al rumbo de tu Junta queremos compartir contigo algunas consideraciones que, pensamos, son fundamentales en cualquier gobierno corporativo.
1º. Un Decano debe trabajar en favor de la unidad del Colegio que preside. Para ello es imprescindible que intente integrar a todos sus miembros. El haber obtenido la mayoría de los votos legitima su representación, pero ésta no se puede ejercer para enfrentar a la mayoría con la minoría o para negar a esta última la participación en la vida pública, como si su derrota implicara la muerte civil. Acusar a más del 40% de los colegiados de observar una conducta inaceptable, improcedente, irresponsable, irrespetuosa, desleal, antidemocrática, imprudente, así como de tener una visión patrimonialista de la función registral y causar un daño incalculable a la profesión, no es un buen ejemplo de esa labor integradora. La representación no confiere la propiedad del cuerpo. El Decano representa a la corporación, pero ésta no le pertenece.
2º. Un Decano debe evitar echar órdagos a la Administración. No conviene ponerla entre la espada y la pared. Ninguna corporación y tampoco la nuestra está en condiciones de hacerlo. Hay más, mucho más para perder que para ganar. Entra dentro de lo normal que un Decano considere que sería mejor para la entidad que preside medidas distintas de las que se barajan. Pero cuando la Administración ya ha fijado su posición, hay que negociar la manera de ejecutar lo que ha decidido para conseguir aminorar los perjuicios. Más si, como es el caso, puede presumirse que dicha decisión de las autoridades coincide con lo que defiende el 40% de la corporación, por lo que cabe racionalmente sostener que no sólo no habrá de perjudicarnos sino que incluso puede fortalecer nuestra función (según, por cierto, han entendido los representantes de otras corporaciones, amén de algunos periodistas, profesionales y ex dirigentes que no se han caracterizado por querernos bien).
3º. Un Decano no debe insistir en la diferencia que media entre el interés público y el corporativo. Existe el riesgo de que se acabe por concluir que son antagónicos y que, como consecuencia de esta confrontación, se nos presente y tilde como ejemplo de insolidaridad y egoísmo. La Administración no debe ni puede renunciar al interés general y, por esta causa, resulta más inteligente mostrar una disposición a colaborar a la consecución del mismo. Si no conseguimos ser útiles a la sociedad, nuestro futuro es nulo.
4º. Un Decano ha de ser realista. Ello implica ponerse en el lugar de su interlocutor y valorar el momento histórico y social en que ejerce su función. El hecho de que, según nos has informado, hayas querido por dos veces enmendar tu posición anterior, una al intentar volver al proyecto de reforma integral de los Registros y otra, al querer recuperar la oferta que el Ministerio te hizo de gestionar la demarcación, el programa informático del RC y su organización territorial, revela cuanto menos falta de olfato y de sentido de la oportunidad.
5º. Un Decano debe proceder con humildad, valentía y discreción. La humildad entraña no tomar a nadie por necio ni ofenderle. Aquí tienes algunos ejemplos: constituye un insulto a la inteligencia del Gobierno darle consejos sobre las consecuencias políticas de sus decisiones, inflar el coste económico de la asunción de determinadas funciones o reducir el importe de los ingresos obtenidos por la corporación. La valentía se demuestra siendo capaz de adoptar decisiones aunque contradigan el criterio sostenido anteriormente y vayan a provocar las críticas de algunos de los compañeros que contribuyeron a auparle al puesto. Un Decano no es rehén de las opiniones de sus electores ni debe renunciar a la posibilidad de distanciarse de ellos si el interés del colectivo lo exige. No debe tampoco huir de su responsabilidad. El Decano tiene la obligación de resolver. Intentar eludirla por medio de una consulta encubierta a las bases constituye un claro ejemplo de cobardía. En cuanto a la discreción, un Decano ha de guardar silencio sobre los términos en que está negociando, las propuestas que realiza y las que recibe e incluso sobre determinados acuerdos o compromisos que alcance. Faltar a la promesa de confidencialidad significa perder el crédito y plasmar por escrito ciertas propuestas, especialmente las arancelarias, supone hacerlas inviables.
6º. El Decano ha de intentar procurarse el menor número posible de enemigos y proceder leal y verazmente tanto con la Administración como con sus colegiados. Satanizar a su interlocutor natural y pretender después puentearle para, una vez recibida la misma respuesta de su superior, condenarle igualmente y remitirse a una instancia superior y así sucesivamente, es una práctica equivocada. Se corre el riesgo (que quizá, en nuestro caso, lamentablemente ya se haya consumado) de que, agotada la paciencia de los interlocutores, éstos le ignoren y todos los posibles apoyos se pierdan. Trasladar a los colegiados el mensaje de que todo lo que ocurre es que unos pocos registradores quieren hundir a la corporación por su capricho o beneficio particular es una estrategia que acabará volviéndose contra todos.
7º. Un Decano debe tener altura de miras. Es imposible que una corporación mantenga su posición puntera si no formula ninguna propuesta en positivo, si la resistencia constituye su única actitud y es incapaz de levantar la vista del suelo. Nuestro modelo tecnológico no se ha modificado desde el 2002. Han pasado 12 años y no podemos ignorarlo. Hay que adelantarse a las demandas sociales, que tomar la iniciativa. Éste es el camino y el Decano ha de situarse a su frente.
8º. Un Decano ha de saber valorar en sus justos términos el estatus de los miembros de la corporación que representa. No puede engañarse ni hacerse trampas a sí mismo dando pábulo a discursos que pueden ser útiles de puertas afuera pero que no deben cegar su apreciación sobre la realidad de nuestra situación. Resulta imprescindible ser honesto con uno mismo y separarse del discurso incendiario de ciertos hooligans y ello aunque éstos sean “sus” hooligans, los que le han catapultado al decanato. Un Decano debe evitar que la corporación se inmole o convierta en mártir de una causa. Su primera obligación es la de conseguir que sobreviva y que lo haga en las mejores condiciones posibles.
Querido Decano, esperamos que esta carta no te haya molestado. Ha querido de ser respetuosa y pacífica. No la tomes como un insulto. Perdona las obviedades en que hayamos podido incurrir. Pero tu misiva es tan asombrosa que nos ha parecido necesario recordar algunas verdades de Pero Grullo.
Un abrazo de tus compañeros de ARBO""
Fuente:
http://www.arbo.org.es
http://www.arbo.org.es/index.php?nlm0=WMHOKERNFOKMRFADCLNWDDKHAJEEIHWTHHEGGIDLDMIPNVGRKJEGEJCLKEHJGMHEJMJVNNLMLPKMLKNSMKTUUPKENJEMKKCKNLGKGGNITILMN&nlm1=WJEMHFRNGKHLMFAKCONWJDNRH&nlm2=W&nlm3=W&nlm4=W&nlm5=W&nlm6=W&nlm7=W&nlm8=W&nlm9=W&nlm6=WIDHGCRNDDGDG
Te escribimos impresionados por la soledad e impotencia que revelan tu última carta. Sólo estas circunstancias pueden explicarla. Conviene a un Decano ser prudente, sosegado y conciliador. Justo el tono contrario del de tu misiva. Ningún rector de una corporación puede descalificar de nueve formas diferentes a una parte importante de las personas que la integran. Nunca. De hecho, entre nosotros, nadie lo ha hecho. Por muy desesperado que pueda estar al comprobar que las cosas no se desenvuelven como él desearía, por muchas y equivocadas iniciativas que una parte de los profesionales a los que representa tomen. Tu actitud nos parece tan peligrosa para nuestro futuro que, evitando ahora cualquier crítica al rumbo de tu Junta queremos compartir contigo algunas consideraciones que, pensamos, son fundamentales en cualquier gobierno corporativo.
1º. Un Decano debe trabajar en favor de la unidad del Colegio que preside. Para ello es imprescindible que intente integrar a todos sus miembros. El haber obtenido la mayoría de los votos legitima su representación, pero ésta no se puede ejercer para enfrentar a la mayoría con la minoría o para negar a esta última la participación en la vida pública, como si su derrota implicara la muerte civil. Acusar a más del 40% de los colegiados de observar una conducta inaceptable, improcedente, irresponsable, irrespetuosa, desleal, antidemocrática, imprudente, así como de tener una visión patrimonialista de la función registral y causar un daño incalculable a la profesión, no es un buen ejemplo de esa labor integradora. La representación no confiere la propiedad del cuerpo. El Decano representa a la corporación, pero ésta no le pertenece.
2º. Un Decano debe evitar echar órdagos a la Administración. No conviene ponerla entre la espada y la pared. Ninguna corporación y tampoco la nuestra está en condiciones de hacerlo. Hay más, mucho más para perder que para ganar. Entra dentro de lo normal que un Decano considere que sería mejor para la entidad que preside medidas distintas de las que se barajan. Pero cuando la Administración ya ha fijado su posición, hay que negociar la manera de ejecutar lo que ha decidido para conseguir aminorar los perjuicios. Más si, como es el caso, puede presumirse que dicha decisión de las autoridades coincide con lo que defiende el 40% de la corporación, por lo que cabe racionalmente sostener que no sólo no habrá de perjudicarnos sino que incluso puede fortalecer nuestra función (según, por cierto, han entendido los representantes de otras corporaciones, amén de algunos periodistas, profesionales y ex dirigentes que no se han caracterizado por querernos bien).
3º. Un Decano no debe insistir en la diferencia que media entre el interés público y el corporativo. Existe el riesgo de que se acabe por concluir que son antagónicos y que, como consecuencia de esta confrontación, se nos presente y tilde como ejemplo de insolidaridad y egoísmo. La Administración no debe ni puede renunciar al interés general y, por esta causa, resulta más inteligente mostrar una disposición a colaborar a la consecución del mismo. Si no conseguimos ser útiles a la sociedad, nuestro futuro es nulo.
4º. Un Decano ha de ser realista. Ello implica ponerse en el lugar de su interlocutor y valorar el momento histórico y social en que ejerce su función. El hecho de que, según nos has informado, hayas querido por dos veces enmendar tu posición anterior, una al intentar volver al proyecto de reforma integral de los Registros y otra, al querer recuperar la oferta que el Ministerio te hizo de gestionar la demarcación, el programa informático del RC y su organización territorial, revela cuanto menos falta de olfato y de sentido de la oportunidad.
5º. Un Decano debe proceder con humildad, valentía y discreción. La humildad entraña no tomar a nadie por necio ni ofenderle. Aquí tienes algunos ejemplos: constituye un insulto a la inteligencia del Gobierno darle consejos sobre las consecuencias políticas de sus decisiones, inflar el coste económico de la asunción de determinadas funciones o reducir el importe de los ingresos obtenidos por la corporación. La valentía se demuestra siendo capaz de adoptar decisiones aunque contradigan el criterio sostenido anteriormente y vayan a provocar las críticas de algunos de los compañeros que contribuyeron a auparle al puesto. Un Decano no es rehén de las opiniones de sus electores ni debe renunciar a la posibilidad de distanciarse de ellos si el interés del colectivo lo exige. No debe tampoco huir de su responsabilidad. El Decano tiene la obligación de resolver. Intentar eludirla por medio de una consulta encubierta a las bases constituye un claro ejemplo de cobardía. En cuanto a la discreción, un Decano ha de guardar silencio sobre los términos en que está negociando, las propuestas que realiza y las que recibe e incluso sobre determinados acuerdos o compromisos que alcance. Faltar a la promesa de confidencialidad significa perder el crédito y plasmar por escrito ciertas propuestas, especialmente las arancelarias, supone hacerlas inviables.
6º. El Decano ha de intentar procurarse el menor número posible de enemigos y proceder leal y verazmente tanto con la Administración como con sus colegiados. Satanizar a su interlocutor natural y pretender después puentearle para, una vez recibida la misma respuesta de su superior, condenarle igualmente y remitirse a una instancia superior y así sucesivamente, es una práctica equivocada. Se corre el riesgo (que quizá, en nuestro caso, lamentablemente ya se haya consumado) de que, agotada la paciencia de los interlocutores, éstos le ignoren y todos los posibles apoyos se pierdan. Trasladar a los colegiados el mensaje de que todo lo que ocurre es que unos pocos registradores quieren hundir a la corporación por su capricho o beneficio particular es una estrategia que acabará volviéndose contra todos.
7º. Un Decano debe tener altura de miras. Es imposible que una corporación mantenga su posición puntera si no formula ninguna propuesta en positivo, si la resistencia constituye su única actitud y es incapaz de levantar la vista del suelo. Nuestro modelo tecnológico no se ha modificado desde el 2002. Han pasado 12 años y no podemos ignorarlo. Hay que adelantarse a las demandas sociales, que tomar la iniciativa. Éste es el camino y el Decano ha de situarse a su frente.
8º. Un Decano ha de saber valorar en sus justos términos el estatus de los miembros de la corporación que representa. No puede engañarse ni hacerse trampas a sí mismo dando pábulo a discursos que pueden ser útiles de puertas afuera pero que no deben cegar su apreciación sobre la realidad de nuestra situación. Resulta imprescindible ser honesto con uno mismo y separarse del discurso incendiario de ciertos hooligans y ello aunque éstos sean “sus” hooligans, los que le han catapultado al decanato. Un Decano debe evitar que la corporación se inmole o convierta en mártir de una causa. Su primera obligación es la de conseguir que sobreviva y que lo haga en las mejores condiciones posibles.
Querido Decano, esperamos que esta carta no te haya molestado. Ha querido de ser respetuosa y pacífica. No la tomes como un insulto. Perdona las obviedades en que hayamos podido incurrir. Pero tu misiva es tan asombrosa que nos ha parecido necesario recordar algunas verdades de Pero Grullo.
Un abrazo de tus compañeros de ARBO""
Fuente:
http://www.arbo.org.es
http://www.arbo.org.es/index.php?nlm0=WMHOKERNFOKMRFADCLNWDDKHAJEEIHWTHHEGGIDLDMIPNVGRKJEGEJCLKEHJGMHEJMJVNNLMLPKMLKNSMKTUUPKENJEMKKCKNLGKGGNITILMN&nlm1=WJEMHFRNGKHLMFAKCONWJDNRH&nlm2=W&nlm3=W&nlm4=W&nlm5=W&nlm6=W&nlm7=W&nlm8=W&nlm9=W&nlm6=WIDHGCRNDDGDG
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